Señala elementos
de referencia (anáforas y catáforas), cohesión léxica, marcadores y deixis (personal, espacial y temporal) del
siguiente texto:
SOCORRO
Una niña de diez años, escocesa o así, ha escrito un libro
titulado Ayuda, esperanza y felicidad,
que es una guía para sobrevivir al divorcio de los padres. Nos parece
muy bien, pero aguardamos ansiosos que una compañera suya publique un manual de
autoayuda para los hijos de los matrimonios estables, que son los grandes
olvidados. ¿Cómo se sobrevive a una pareja que se quiere? El libro tendría un
éxito enorme en estos días de paz navideña en las que las familias homologadas
llegan a las manos por un quítame allá esas pajas. Ahora resulta que los hijos
de los divorciados no sólo tienen dos casas, dos regalos y ocho abuelos, sino
que disfrutan de una literatura específica para ellos y su problemática. Urge
la puesta en marcha de una biblioteca que nos ayude a afrontar las situaciones
normales. Ya sabemos cómo se combate el cáncer, la depresión, la ruina económica.
Hemos averiguado cómo se espanta la mala suerte, cómo se aprende inglés en tres
semanas, cómo se deja de fumar en dos sesiones. Hemos ido a la Luna, a Marte, hemos
inventado la hamburguesa. Quiere decirse que lo difícil está prácticamente
hecho. Ahora necesitamos asistencia para hacer frente a lo de todos los 15
días. Cómo no desesperarse, por ejemplo, en una lista de espera de la Seguridad Social,
cómo asumir una hipoteca de 40 años, cómo sobrevivir a un contrato basura, cómo
pagar un alquiler de 1.000 euros con un sueldo de 800, incluso cómo divorciarse
con dos salarios que parecen medio.
Muchos críos no podrán disfrutar del libro de Lobby Rees, la
niña escocesa de la primera línea, porque sus papás carecen de medios para irse
cada uno por su lado. ¿Hay derecho a eso? ¿Hay derecho a que no exista una sola
guía espiritual para los más de ocho millones de niños esclavos que hay en el
mundo? Por favor, ayúdennos a combatir lo cotidiano: la esclavitud infantil,
las hambrunas masivas, el tráfico de armas, la tortura deslocalizada.
Explíquennos cómo se defiende uno de personas corrientes como Bush, como Blair,
como Rouco Varela, como Schearzenegger. No tiene sentido que hayamos
descubierto el antídoto contra el mal de ojo, que no existe, y todavía no tengamos
un remedio contra la malaria. Hagan algo.
Juan José Millás, El
País, viernes 16 de diciembre de 2005
Uno de los mecanismos que la conforman es la llamada cohesión gramatical, en la que podemos diferenciar las unidades referenciales, que aluden a elementos del propio texto, o la deixis, que remite a elementos externos del mismo, es decir, a la situación comunicativa o al contexto. Respecto al primer tipo de marcas de cohesión encontramos ejemplos anafóricos como “suya” o “ellos” que se refieren, respectivamente, a la niña autora del libro y a los hijos de los padres divorciados.
Un ejemplo de catáfora sería: “Lobby Rees, la niña escocesa de la primera línea”. También hay casos de elipsis como “los hijos de los divorciados”, en donde el término eludido es “padres” (los hijos de los padres divorciados). Respecto a la deixis, podemos diferenciar entre deixis temporal: “estos días de paz navideña”, “ahora”; o deixis personal, marcada aquí por formas pronominales como “nos” o verbales como “sabemos”, “hemos” o “ayúdennos” y “explíquennos”, que tienen valor inclusivo y muestran una implicación del autor en lo que dice. En la utilización de estos imperativos hay que destacar un sutil distanciamiento con respecto al “nosotros” (que englobaría al autor y al receptor) frente a un “ustedes” (aquellos que tienen la solución en sus manos). A través de la primera persona del plural estos deícticos dan una carga de subjetividad al texto.
Un ejemplo de catáfora sería: “Lobby Rees, la niña escocesa de la primera línea”. También hay casos de elipsis como “los hijos de los divorciados”, en donde el término eludido es “padres” (los hijos de los padres divorciados). Respecto a la deixis, podemos diferenciar entre deixis temporal: “estos días de paz navideña”, “ahora”; o deixis personal, marcada aquí por formas pronominales como “nos” o verbales como “sabemos”, “hemos” o “ayúdennos” y “explíquennos”, que tienen valor inclusivo y muestran una implicación del autor en lo que dice. En la utilización de estos imperativos hay que destacar un sutil distanciamiento con respecto al “nosotros” (que englobaría al autor y al receptor) frente a un “ustedes” (aquellos que tienen la solución en sus manos). A través de la primera persona del plural estos deícticos dan una carga de subjetividad al texto.
En cuanto a las relaciones temporales, el texto goza de actualidad, por ello, los pretéritos que aparecen se remiten a un pasado cercano (“ha escrito”, “hemos inventado”) y la mayoría de tiempos verbales están en presente (“aguardamos”, “urge”), al tiempo que se alude continuamente a factores y situaciones del mundo externo en que vivimos. Por tanto, coinciden el tiempo del enunciado y el de la enunciación. Podemos destacar aquí también el uso puntual del condicional (“tendría”) y de los imperativos con un valor de futuro inmediato (“hagan”, “ayúdennos”, “explíquennos”.
Otro elemento importante en la cohesión textual son los conectores (marcas sintácticas que hacen explícita una relación semántica o pragmática que existe previamente entre los términos conectados). En este texto encontramos ejemplos de marcadores conversacionales (“por favor”, “ahora resulta que”) que marcan la posición del emisor ante su enunciado y nos orientan sobre el tratamiento de la información en los que se aprecia una fuerte carga de ironía. Aparecen otros marcadores del discurso, característicos de los textos expositivo-argumentativos, como “por ejemplo” que concreta la información, el aditivo “sino que”, los explicativos “quiere decirse” y “porque” o el contraargumentativo “pero” que ejemplifica la intención del autor: mostrar su opinión contraponiendo ideas, hechos o situaciones. A pesar de la presencia de estos conectores, en el orden sintáctico, y en relación con el dinamismo verbal, lo que predomina es la relación asindética, es decir, no aparecen muchos nexos conjuntivos para encadenar el texto, sino que, más bien, se hace mediante la yuxtaposición. Este hecho marca la rapidez; el autor no quiere dejar claras las relaciones entre las oraciones para que sea el lector quien las interprete. Esto no debe entenderse como un sinónimo de texto poco elaborado, sino más bien, como un recurso más del autor para acercarse al lector y ser más directo, claro, rápido y conciso.
Por otra parte, para analizar la cohesión léxica, nos fijaremos en las palabras claves del texto a partir de las cuales se construye toda su explicación. En este caso, cabe destacar distintos campos semánticos. Uno de ellos es el que tiene que ver con el pretexto que el autor emplea para su artículo, es decir, la escritura de libros. Encontramos al respecto sinónimos como “guía”, “manual de autoayuda”, “literatura específica” o “una biblioteca”. También aparece retratado el campo semántico de la familia; el autor habla de “familias homologadas”, “matrimonios estables” o “los hijos de los divorciados”; otros dos tendrían que ver con la acción de “combatir” y los objetos de “lo cotidiano”. Estos campos aparecen tratados con bastante recurrencia por parte del autor. Por ejemplo, para referirse a la acción de “combatir” utiliza sinónimos como “se espanta”, “se defiende”. También habla de “situaciones normales”, “lo de todos los días” –en este caso crea la sinonimia mediante una expresión léxica coloquial-, “lo cotidiano”. Además, en relación con “lo cotidiano” hay una red léxico-semántica importante que retrata la imagen que la sociedad actual tiene para el autor en una clara gradación: desde los “contratos basura” e “hipotecas” a la “esclavitud infantil”, “hambrunas masivas”, etc. Otro elemento que se utiliza para cohesionar el texto es el empleo de algunos términos repetidos como es el caso de la partícula interrogativa “cómo” que inicia una serie de preguntas retóricas en estilo indirecto, y de las cuestiones directas encabezadas por la expresión “¿hay derecho a…?” que muestran la indignación del autor ante la realidad que describe. Por último, señalar un fenómeno curioso que vuelve a mostrar el contraste con una gradación: el texto empieza hablando de una niña europea, sigue con “muchos críos” y termina haciendo inflexión sobre la esclavitud infantil del llamado tercer mundo.
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